A lo largo de su trayectoria, la artista Ana Mejía Macmaster se ha preocupado por los diferentes registros que definen la forma y la imagen, para establecer reflexiones sobre los medios de la memoria. Desde sus primeros procesos pictóricos a principios de la década de 1990, reveló una fina sensibilidad por el color, la forma y los soportes, que luego se desplazaría a una búsqueda en el espacio tridimensional.
Se trata de un proceso investigativo y creativo que parte de una indagación en las propiedades materiales y el espacio como un todo significante. Un pensamiento que puede pasar de lo visual a lo constructivo, aprovechando las posibilidades del ámbito arquitectónico.
En los últimos diez años, Mcmaster se ha concentrado en intervenciones sobre muros, calles y zonas de intersección, en vacíos que son a la vez físicos y simbólicos, contexto que puede abarcar lo público y lo privado, y que registra expresivas confrontaciones entre lo imaginario y lo concreto. Sus delicados gestos pictóricos y gráficos definen lo real a condición de que el espectador participe de su construcción. En esas obras, la artista consolida un genuino interés en el mundo urbano, en la memoria y en las diferentes representaciones que de manera fantasmal evocan la presencia y la vivencia, la ausencia y la desmemoria.
Conviene en este punto subrayar la inspiración pictórica y gráfica de sus trabajos actuales, en los que subsiste una suerte de pensamiento tonal, muy propio de la pintura, pero que puede activarse en lo ambiental. La preocupación por el espacio habitacional, que deriva su potencia de las metáforas sugeridas por el olvido colectivo, por las siluetas y huellas de las zonas de tránsito, dan lugar ahora a una elaborada metáfora visual y constructiva, que recurre a elementos de significación cultural, comunes a dos ciudades, una colombiana, Medellín, y otra vietnamita, Ho Chi Minh.
Fruto de un proyecto realizado en Vietnam, Phở recurre a elementos de la cultura cotidiana de ambos países y los aprovecha para crear un entramado que evoca las construcciones, entre racionales y aleatorias, de la antiforma y el povera, así como el desorden de cables y rutas que podemos ver en el paisaje cotidiano de nuestras calles. La perversión del minimalismo operada por estos dos movimientos modernos se contamina de resonancias territoriales.
Resultado de la inmersión de la artista en la realidad vietnamita, a la que llegó por un una residencia artística, la intervención recuerda que dos culturas pueden tener una intersección impensada. El artista, cuya migración física y simbólica resulta emblemática del tiempo en que vivimos, acaba funcionando como mediador privilegiado.
Una observación cuidadosa revela que las formas construidas con pasta penden de una estructura que recoge mapas viales de los centros históricos de ambas ciudades, las cuales, de esta manera, terminan emparentadas. Esta irrupción de la cartografía no es ajena al arte antioqueño y a la familia artística a la que Mcmaster pertenece. Más bien, está entre sus marcas distintivas.
Investigadora de la luz y la sombra, del vacío y del lleno, Mcmaster ofrece en esta nueva intervención la llegada parcial de los problemas netamente plásticos de la tradición moderna a los dominios de lo cartográfico y lo participativo, un contexto que en buena medida define el arte contemporáneo. El reto de profundizar en los medios aparece ahora como parte de una exploración en el significado cultural de las operaciones plásticas. Esa intersección es la que asoma en esta exposición.
Efrén Giraldo


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